Gato en casa | Clínica Innova Veterinaria - Actualidad
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¿Un gato? ¿En mi casa? ¡Imposible!

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¿Un gato? ¿En mi casa? ¡Imposible!

Esta es la historia de Alena, educadora en Caniland, que nos cuenta cómo ha conseguido que su manada de mascotas compuesta por dos perros y un gato conviva felizmente. Se trata de una historia que muestra algunos de los valores esenciales de la tenencia responsable de mascotas. ¡Muchas gracias por compartirla!

«Tenemos tres perros en casa: Luna ha vivido con gatos y no tiene absolutamente ningún tipo de problema. Gula vivió con gatos de muy pequeña, pero de eso hace ya muchos años y tiene mucho instinto de perseguir. Fermín es el tipo de perro que lo que se mueve lo caza (excepto perros y humanos) y si lo coge, no suele tener piedad… No lo puede evitar, es un Jack Russell.
¿Y yo? Pues tampoco es que sea muy gatuna pero conocimos a una gatita de un mes, rescatada, con cara tristona… y nos lanzamos. Nos lanzamos sabiendo que iba a ser mucha faena, mucha paciencia y dedicación. Y sin saber el resultado. Y así fue. Un mes y medio de juntas visuales, progresivas, con un perro, con otro, con dos. Diez minutos, media hora, cinco minutos, una hora. Gata fuera, perros dentro. Perros dentro, gata fuera… Parece una locura, sinceramente lo fue.
El proceso de integración de un nuevo miembro de la familia no siempre es fácil. Y menos lo suele ser, si se trata de otra especie. Lo importante es tener en cuenta que hace falta PACIENCIA Y DEDICACIÓN. ¡Si estamos dispuestos a trabajar, los resultados son muy gratificantes! Pero por supuesto, también hay que tener en cuenta que ningún miembro de la manada debe estar incómodo. ¡Para tener un animal nuevo incómodo, es mejor no tenerlo y buscarle otra casa responsable donde pueda vivir felizmente!
Es muy importante no separar los animales del todo ya que lo que está detrás de esa puerta cerrada que maúlla y huele diferente, llama mucho la atención. Es mucho mejor tener una jaula o un transportín grande, donde podemos tener el gato seguro, pero que los perros lo puedan ver, olfatear y, por supuesto, el gato a los perros también.
Tener un perro que sabemos que no va a dar problemas ayudó ya que fue el primero en convivir con el gatito. Después les tocó a los otros dos. Cada uno conoce a su(s) perro(s) y sabe cuál debe de ser el primero, segundo, tercero… No podemos soltar los tres y “ya se apañarán”. Eso llevaría con la mayor probabilidad a un accidente grave o con suerte a que el gato se agobie tanto que nunca volverá a querer saber nada más de los perros…
Las juntas se deben de hacer después del paseo de los perros, para que estos estén más cansados y calmados. Si hace falta, se pueden usar correas para controlar mejor (en ningún momento para dar tirones, solo para sujetar al perro).
Es un proceso largo, lento y a veces, agobiante. Nos llevamos un par de sustos (que no tuvieron ningún tipo de consecuencia), vivimos momentos divertidos, estresantes… Momentos en los que decidir cuánto tiempo más le dedicaremos para ver si realmente se acostumbran o no. Porque claro está, cuanto más tiempo estaba la gatita en casa, más cariño le cogíamos y si veíamos que no estaba integrada del todo o que los perros seguían agobiados y estresados, la daríamos en adopción a una familia estupenda.

Nos quedaba solo una semana de nuestra fecha límite cuando los perros se empezaron a relajar. Cuando los juegos ya no eran tan bruscos y los podíamos dejar a ratos solos todos juntos. El día que nos encontramos a Fermín durmiendo junto con la gatita sabíamos que toda la faena valió la pena…»

¡Gracias Alena, por compartir tu historia y dar ejemplo con ella!